Teología 401: Aprendiendo a arrastrarse

Primera parte
Segunda parte
Tercera parte

Beatrice y yo caminabamos por el puente de piedra que llevaba a la plataforma de roca cercana. durante el trayecto, que se me hizo eterno, me estuvo dando una serie de explicaciones sobre mi nuevo hogar.

Voy a llevarte a un lugar donde podrás experimentar de primera mano en que consistirán tus tareas a partir de ahora. -Dijo- Te he de advertir Jose, que a aún no has visto nada realmente perturbador, pero desde este momento casi todo lo que te encuentres desafiará tu lógica, es posible que te vuelvas loco, catatónico o paranoico-

No me apetece contestarle a la parrafada que me acaba de soltar, porque me ha dejado bastante intranquilo. Simplemente la geometría de este lugar, ya me pone los pelos de punta. Mirando a los lados del puete, veo otras plataformas lejanas, si miro hacia abajo, también, pero sobretodo, presencio un vacio inescrutable de oscuridad. Tengo la piel en un estado permanente de carne de gallina.

Seguimos caminando un rato más y me explico algunas nociones básicas. en el infierno la gravedad funciona de un modo diferente, se dirige siempre hacia el centro de la plataforma en la que te encuentres, de modo que es posible andar por los laterales o la parte inferrior sin problemas. Eso significa que si dos plataformas están muy cerca entre si, puedes pasar de una a otra simplemente tocándola y que si te caes siempre lo haces en dirección a alguna roca cercana.

Lo que no tengo muy claro es si puedo matarme así. Beatrice me mira con la cara que se mira al becario pesado cuando le pregunto por eso. Que estúpida, ojala pisase una piel de plátano.

Hemos llegado, este es el valle de la violencia gratuita

Con ese nombre, me imagino que vamos a aparecer en mitad de un festival de heavy metal, pero no, los desafíos a mi cordura empiezan en este momento. filas y filas de buzones de correos, amarillos y cilíndricos se extienden a donde alcanza la vista.

Guano! Exclamo

Beatrice me indica que la acompañe y pasamos por fila tras fila de buzones, Puedo escuchar lamentos que salen del interior. A treves de las hendiduras para las cartas, asoman dedos, miradas...hay gente ahí dentro.

Encerrada, para siempre, encerrada.

Y si yo no cumplo con mi trabajo, quien sabe si me veré así. Beatrice tenía razón, ya no estoy en kansas.

...

Un rato después, llegamos al fondo del valle, a lo que parece un anfiteatro romano, bien cuidado, en el centro, un buzón de correos. Es esperpéntico, un atentado a la estética que incluso en su ridículo resulta terrible, puesto que dentro habrá alguien atrapado, en compañia solo de su propia demencia.

Nos paramos junto al buzón. Beatrice da un par de golpes en la parte superior del mismo

¿Quién está ahi?

Cuando intento contestar, beatrice me indica que guarde silencio. El hombre habla en inglés.

Me llamo Patrick Sherril, por si te interesa, quien quiera que seas.

La voz no sonaba como la de un hombre roto, tenía claros matices de enfado, como si...

Seas quien seas dejame en paz, estaba muy tranquilo hasta ahora

La voz interrumpió mis pensamientos. Beatrice me indicó en silencio que nos alejaramos.

¿Es quién yo creo que es? dije..."Bea" asintió.

Te he traido aquí porque algunas almas se acostumbran a su castigo tanto que empiezan a disfrutarlo, es nuestra naturaleza como humanos aprender a soportar lo insoportable, en un principio, se pensó que aislar al Sr. Sherrill era la mejor manera de castigar sus actos. Su deseo por ser aceptado y su fracaso en conseguirlo le llevaron a convertirse en un asesino. En su egoismo no comprendió que no era culpa de los demás, en su orgullo, no fue capaz de aceptar que jamás sería la estrella de la fiesta. Ahora la soledad que tanto le dolía, se ha vuelto su solaz. Ahora está tranquilo, líberado de presiones.

Cuando Bea terminó el discurso, le contesté Creo que ya se lo que quieres que haga, quieres que busque un nuevo castigo para el.

Asintió, con una media sonrisa. Estaba disfrutando con la idea de convertirme en un instrumento de tortura.

Pero no tengo ni idea de como hacerlo

Beatrice me dijo entonces: Simplemente describemelo, yo haré que sea posible

...

Al marcharnos de allí, ya no había un anfiteatro, se me ocurrió que Patrick podría estar menos cómodo si lo colocábamos en mitad de una oficina de correos, atendiendo la ventanilla y teniendo que tratar cinstantemente con gente más inteligente que el, que le recordase constantemente lo mal que hacía su trabajo y lo estúpido que era. Tal y como se lo conté a Beatrice, ella se limitó a murmurar palabras en latín y realizó algunos gestos con la mano. Lo efímero se impuso a lo corpóreo y la voluntad se hizo materia según sus directrices. Dejamos a Patrick en su miseria.

¿Cómo has hecho eso?

Bea se limitó a sonreir con ironía. Lo que ella aún no sabía es que después de esto, me dí cuenta de que si en este mundo la creencia alteraba la realidad, quizás tuviera una oportunidad de escapar a mi destino.

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