lunes, abril 27, 2009

El saber no ocupa lugar...

...Pero lo que es pesar, pesa un huevo. Hoy, sobre la 9:45 p.m, catacrok!




Cago en la leche...

domingo, abril 26, 2009

Francotirador (II)

Johnny estaba hambriento así que dejó de fingir que dormía. Anoche los chicos y el habían capturado a un carroñero solitario. Un imbécil que se aventuró demasiado en el interior de las ruinas. Cada vez se encontraban con más de estos desesperados a medida que los recursos que saquear se iban agotando en las afueras.

Eran buenos tiempos, gracias al flujo constante de imbéciles que les llegaba, desde hacía meses Johnny podía comer casi todos los días y con el estómago lleno, todo el mundo en la banda estaba mucho más contento y se evitaban las peleas.

Se levantó cuidadosamente, procurando no hacer ruido. Aún quedaba bastante carne y planeaba dar un par de bocados disimulados antes de que se despertasen los demás. Caminó un par de pasos hacia la carretilla de construcción donde estaban los restos del carroñero. El olor de la sangre seca y la carne cruda le hizo empezar a salivar.

Un segundo después, un estallido de sangre surgió de su cabeza. cayó al suelo, ni tan siquiera notó que le habían matado.



Sniper retiró la vista de la mirilla. Aprovechando que los feos se habían quedado dormidos al amanecer se había acercado unas docenas de metros durante los últimos minutos de oscuridad. En una carrera contrarreloj contra el alba quiso llegar al campamento de los mutantes antes de que se levantaran, pero uno de los engendros se había despertado de improvisto así que asumió una nueva posición de tiro y le había abatido disparándole en la cabeza, justo en una extraña masa de carne tentaculada que cubría toda la parte trasera del cráneo del ser.

Se colgó el rifle al hombro y caminó lentamente hacia el resto de feos, que dormían directamente sobre el suelo. Eran cuatro, todos ellos embadurnados en al sangre de su víctima. Preparó su hacha y los decapitó uno a uno sin más ceremonia. La culpa por no haber podido salvar al tipo ayer se mitigó algo con la venganza, pero seguía sin sentirse bien. Al principio pensaba que con el tiempo la sociedad se recuperaría, pero hacía ya 10 años del Pánico y las cosas sólo habían ido a peor, aparecían cada vez más mutantes e incluso la gente no afectada por el virus se había vuelto más miserable y violenta, dispuestas a matarse por los recursos del viejo mundo.





Apartó esos pensamientos de su mente, puesto que el pesimismo no le serviría en su misión. Debía ayudar a la comunidad. Un pequeño punto de luz en las tinieblas de esta era. Se forzó a si mismo a registrar los restos de los mutantes y el carroñero. Encontró una mochila, una escopeta rota y que tuvo que descartar y algo de munición para esta que si conservó. También encontró algo más útil. Un mapa con anotaciones, revisándolo pensó que podría servir para encontrar la zona de donde provenía el carroñero, así que lo guardó.

Escuchó un ruido, eran pasos acelerados que venía de su izquierda, alguien había estado oculto tras un montón de escombros todo este tiempo. Casi no consigue evitar que un feo que no había visto antes le agarrara, la criatura quedó a sus espalda y pudo sentir como le araña con sus zarpas. Se giró y le lanzó un puñetazo con todas sus fuerzas, derribando al ser. Antes de que el mutante pudiera levantarse le puso el pie en el pecho, cogió su hacha y lo levantó para acabar con la criatura.

Pero dudó, pese a las mutaciones, que la había convertido en un ser con garras, colmillos y ojos de serpiente, un engendro con escamas que siseaba y clavaba sus uñas en su bota militar, aquel feo era a todas luces una muchacha de no más de 20 años, seguramente una niña cuando empezó a cambiar. Como Kerrie había sido...

El dolor de las zarpas de la chica en su espinilla le devolvió al mundo. el hacha descendió y silenció los gritos de la mutante. Sniper se alejó rápido, esperando no encontrarse con más feos atraídos por el escándalo de la pelea. Encontró un punto fácilmente defendible y se sentó en el, hundiendo la cabeza entre las rodillas por unos minutos, sin poder quitarse los gritos de aquella desgraciada de la cabeza.

lunes, abril 20, 2009

Metahumanos (II)

Sentía como que hacía milenios que no montaba en coche. En el todoterreno de los dos operativos de la agencia, estaba incómodo. Incapaz de estirar las piernas o incorporarse del todo, estaba tenso y se notaba.

Sus dos acompañantes también estaban intranquilos y no podían ocultarlo. Incluso con el frío polar que penetraba incluso dentro del coche, estaban sudando. Eran los nervios, No podía culparles porque hacían bien en estar intranquilos y alertas, les tenía a su merced.

Se perdió en sus pensamientos, sabía donde le llevaban pese a que no habían intercambiado palabra alguna. Las horas pasaron hasta que comenzó a a ver las luces de la civilización de la que había renegado hace años. la ciudad de los motores estaba cada vez más cerca, Notaba la creciente tensión de los dos agentes, estaban cerca de su destino.


Pararon en un polígono industrial junto al lago, ya era de noche. Se bajó del vehículo, la puertas de un almacén se abrieron empujadas por dos trajeados que le miraban intentando aparentar dureza, pasó al interior mientras el vehículo arrancaba y se alejaba rápidamente del lugar.

Poco después de entrar, cerraron las puertas tras el, había luz pero estaba oscuro. Aunque eso para el no era ningún problema. Escuchó una voz enlatada a través de un sistema oculto de megafonía. Pese a la distorsión la reconoció enseguida. Estoy en la oficina del piso superior

Pie tras pie se dirigió hacia donde la voz le indicaba. Entro en la oficina y pudo verle, después de tantos años allí estaba. El hombre se dirigió a el despectivamente: Siéntate, tenemos que hablar.

Unicamente estoy aquí porque tus hombres me han dicho que Kali está actuando de nuevo, espero que nuestros amigos no estén planeando engañarme de nuevo contestó sin sentarse

Un segundo después, el hombre, un cincuentón enjuto y de mirada lupina ladró Te dimos mucho, nos debes cada latido de tu corazón, así que no te atrevas a acusarnos de nada!

No he venido aquí a escucharte como te quejas, dame la información y os limpiaré el culo una última vez. Contestó el gigante.

El hombre delgado puso encima de la mesa un dossier. Leelo bien, tiene que ser ella, está aquí en la ciudad y la está liando bien, creemos que...

El gigante agarró el dossier y se marchó sin más ceremonia, dejando al hombre delgado con las palabras en la boca. Mientras salía volvió a escuchar la voz del viejo agente por megafonía: Volk, tu equipo y los fondos para la misión están en la caja situada a derecha de la entrada.


Volk, un nombre que no era el suyo y que al escucharlo le traía malos recuerdos. Una convención más de los que habían buscado convertirle en un instrumento de su voluntad, la manera de no tener que llamarle por su nombre y tener que pensar que era tan humano como ellos.


Salió del almacén, dejando la caja a sus espaldas. Sin siquiera abrirla




jueves, abril 16, 2009

Rock and roll is undead (I)

Su mente volaba en un paraíso de cristal construido con paneles de coca y speed, mientras su cuerpo se balanceaba furiosamente sobre una hermosa grupie que acababa de conocer en una fiesta.

Hacía un año que Euri había decidido que amaba más la felicidad que le proporcionaba una jeringuilla que la que podía obtener con el, tras su muerte se propuso estar limpio y lo había conseguido hasta hoy.

Aquel día, en la mesa de mezcla escuchó un viejo tema que había escrito para ella y que nunca salió en ningún disco. Llamó a su camello que casi da un salto de alegría y al resto de sus compañeros del grupo y preparó su ático en Manhattan para dar una fiesta.

Traed drogas y mujeres es lo único que dijo a los invitados. El mismo se gasto unos 20.000 dólares en esas mismas peticiones. Más o menos la calderilla que guardaba en la cómoda. Comenzaron a llegar los invitados, uno tras otro. Integrantes de la farándula, sicofantes y camellos de toda clase.

Estás de vuelta! Le dijo el batería de su grupo


Duró en la fiesta menos de una hora. Se acercó a una chica sin mucha ceremonia, un gótica fan de su primera etapa, antes del giro al harcdore que tanto éxito le había dado, se la llevo a la habitación y empezaron a follar sin llegar a intercambiar una palabra. Cuando terminó con ella se levantó y se la quedó mirando, sin duda un hermoso pedazo de carne pero poco más, observó el espejo donde las fotos de Euri aun estaba encajadas en el marco, tal y como estaba hace un año. Se sentó en la cama.

Sintió los brazos de la mujer sobre sus hombros rodeándole. Le besaba el cuello, pero ahora a el le daba asco, se desembarazó de ella y buscó entre las sábanas una botella de whisky de la que había estado bebiendo. Continuó dando tragos mientras contemplaba las fotos de Euri.

La mujer habló: La amabas mucho ¿No? Creía que todo era un montaje de las revistas...

Haría lo que fuera por recuperarla...

¿Lo harías? Dijo la mujer, pero Orph no le contestó ¿Viajarías al infierno a recuperarla?

No existe el infierno pero si lo hubiera, lo haría sin duda Respondió Orph

Por suerte ,dijo la mujer rebuscando en su bolso, es muy fácil viajar al infierno. Millones lo hacen a diario, salir es no obstante bastante más difícil.
Orph escuchó un sonido, una especie de chasquido y se giró hacia la mujer, que empuñaba una pistola.

Bang!

Y todo se volvió negro.

Despertó en el suelo de su habitación, extrañamente libre de resaca. Asustado se papó el cuerpo y no vio ninguna herida. Tampoco encontró rastro alguno de la mujer. Abrió las puertas de la habitación y casi se cae al suelo. Ya no estaba en su apartamento, frente a el se extendía una llanura de piedra y arena chamuscada, rodeada de formas y espacios imposibles. hacía calor, mucho calor. Y a pocos metros de el, un enorme perro de tres cabezas, cuya cola era una serpiente le miraba directamente a los ojos.

miércoles, abril 15, 2009

Francotirador (I)


Sniper odiaba aventurarse en las ruinas de la ciudad, era deprimente. Mirase en la dirección que mirase tan solo podía ver ejemplos de la estupidez humana, pero en su comunidad era el único inmune al virus, así que estaba obligado, ultimamente estaban teniendo problemas con los suministros de antibióticos.

Tenía las herramientas adecuadas para su trabajo: Un viejo Aaw con munición de sobra más silenciador y un hacha de mano, comida y agua para varios días, equipo de escalada y mirillas para el fusil con visor IR y filtro estelar, así como un mapa de la zona, algo obsoleto debido a los edificios derrumbados, pero suficiente para navegar eficazmente el desastre en que la urbe se había convertido. También tenía una radio para comunicarse con su equipo de apoyo pero una vez pasase la entrada de la calle lárga estaría a merced de los peligros de las ruinas, sus amigos no podrían entrar para ayudarle. Entendía y aceptaba ese riesgo, lo cual no significaba que no estuviese asustado.

Tras varios años después de El Pánico, las farmacias más cercanas a las afueras habían sido saqueadas ya. La única opción era el interior de la ciudad, donde esperaba encontrar lo que necesitaba. Aunque era consciente de que podía no quedar nada o acabar muerto, la razón por la que nadie solía aventurarse al centro de la ciudad era que estaba a rebosar de feos.

Una hora después de pasar el punto sin retorno, escaló una montaña de escombros para subirse a la azotea de un edifcio bajo, Se propuso usarlo como un punto elevado de observación y para pasar la noche de manera más segura que en el suelo. Sacó el fusil y usó su mirilla para otear la zona en busca de peligros.




Estaba oscureciendo y eso le permitió distinguir el brillo de una fogata. Siluetas grotescas entrecortadas danzaban a su alrededor. No le cabía duda alguna de que era un grupo de feos. Pudo atisbar como estaban dándose un festín, probablemente algún desgraciado de los campamentos de carroñeros que se ganaban la vida saqueando la ciudad y revendiendo tuberías, vajillas, partes de motor...Un tipo que había sido demasiado lento o desafortunado.

Siguió mirando pese a que se le revolvían las tripas, estaban al alcance de su rifle y pese a la oscuridad, la velocidad del viento era casi cero y las figuras estaban casi todas de espaldas a la luz de la hoguera. Estaba seguro de que podría tumbar a dos o incluso a tres sin que pudieran localizarle gracias a su silenciador y a la creciente oscuridad.
Pero eso no iba a salvar ya a aquel pobre diablo, además, los feos se dispersarían y pondrían en guardia a todos los bastardos de su clase en kilómetros a la redonda. Guardó los prismáticos, se tapo con una manta gris de camuflaje en ciudad e intentó dormir.

Mucha gente confiaba en el, aunque sus posibilidades fuesen mínimas. No podía tirar por la borda la misión.

martes, abril 14, 2009

Metahumanos (I)

Dos tipos caminaban por el bosque, en pleno invierno. Iban bien protegidos de los elementos, pero su paso dificultoso les delataba como urbanitas poco habituados a esos caminos. Habían entrado hace unos pocos días en la espesura, desoyendo los consejos de su informante.

Aquel viejo arrugado había aceptado su dinero, pero acompaño su sonrisa avariciosa con una frase amenazadora: Hay dioses caminado entre los hombres, es mejor no molestarles.-

Ninguno de los dos estaba siquiera seguro de que aquello no era más que otra pista falsa, pero no tenían otra mejor y el tiempo marcado por sus superiores se acababa, tenían que encontrarlo.

El hombre bajito maldijó a pleno pulmón: Mierda de bosque, nisiquiera puede entrarse con el todoterreno! Por Dios que si no están aqui me cargo al viejo, te lo juro.

Su compañero asintió sin decir nada, aunque su cara era de frustración. Según las indicaciones y su GPS deberían haber encontrado a su objetivo hace tiempo, ya habían encontrado todos los hitos del camino que les señaló el anciano.
La idea de regresar con las manos vacias no era sin embargo muy alentadora, se arriesgaban a perder su empleo o incluso a que les quemaran.

Acamparon al caer la noche, mientras montaban la tienda, les pareció escuchar un sonido rítmico, seco y acompasado. Decidieron arriesgarse a investigar a pesar de que el frío desaconsejaba adentrarse aún más en el bosque, Caminaron en busca de la fuente de aquel ruido y tras varios mitos le encontraron.

Con el torso descubierto pese a que la temperatura podía rondar los diez grados bajo cero. El hombre estaba cortando un árbol con un hacha. A pocos metros había una cabaña rústica, que aprecía construida con los materiales de la zona. El hombre correspondía a la descripción que estaban buscando, se acercaron a el sin hacer esfuerzo alguno por ocultarse, tenían la inquietante sensación de que aquel gigante les había detectado mucho antes de que ellos lo hubiesen hecho, como si conscientemente hubiese hecho ruido para llamar su atención.
Los perros vienen en busca del lobo...Exclamó el hombre sin darse la vuelta ni dejar de trabajar, Pese a la penumbra no erraba ningún golpe.

El hombre alto tomó la palabra titubeante Señor, somos conscientes de que usted ha estado evitando a la agencia desde hace tiempo, pero tenemos información que quizás le interese.

Hace tiempo que he terminado con el mundo de los hombres.Murmuró el gigante

Se trata de Kali señor, está en activo de nuevo, añadió el hombre bajito.

El gigante se giró, con sus ojos reflejando negros pozos de tristeza y rabia, arrojó el hacha al suelo y entró en su cabaña, dejó la puerta abierta. Tras unos minutos salió de nuevo, llevando algo más de ropa, aún demasiado escasa para el clima.
Vámonos y si me habeis mentido, será mejor que seais buenos escondiéndoos.




domingo, abril 12, 2009

El Bombardero marrón

26 de octubre de 1951

Joe está agotado, al borde de la derrota. Ya apenas puede levantar los brazos. El hombrecito blanco que tiene enfrente le está llevando contra las cuerdas. No quería estar alli, hacía dos años que se había retirado. De no necesitar la pasta, no se hubiese vuelto a subir al ring. Estaba más calvo, más gordo y era más lento que su rival. Esto no podía acabar bien para Joe.

Además, aunque le hacía falta ese combate, en realidad no necesitaba ganarlo, pues se llevaría bastante dinero incluso si terminaba besando la la lona. Era su orgullo de campeón lo que le impulsaba a seguir resistiendo a la bestia que tenía enfrente, una furia, un toro salvaje llamado Rocky Marciano. Poco después de empezar el combate Joe se dió cuenta de que era imposible prevalecer, pero su rabia le impulsaba a seguir peleando.

Una furia contra su el público, dirigida a su país, que después de todos los servicios que le había prestado, le acusó de evasión de impuestos, dejándole al borde de la ruina y forzándole a este último duelo al que nunca quiso ir.

Finalmente caé, el primero en ir a consolarle es su rival, tan reticiente como el al enfrentamiento. Para Rocky había sido impensable abatir asi a su héroe, una leyenda viva al que le unían tantas cosas que el color de la piel era pura y simplemente irrelevante.





22 de julio de 1938

Max no puede casi ni respirar, En apenas 144 segundos ha recibido el mayor ciclón de golpes de su vida. Se siente como si le hubiese atropellado un cambión. pero no es un camión lo que le ha pasado por encima, si no el Bombardero Marrón. Mientras intenta ponerse en pie apoyándose en las cuerdas del cuadrilátero, se debate entre la incredulidad y el estupor. Hace apenas dos años derribó a ese mismo hombre que ahora recibe el elogio de las masas. Ese titán negro que levanta los brazos contra el fue abucheado por la misma multitud en su anterior combate. ¿Por que la masa lo vitorea? ¿Porqué no acunan al dolorido Max? ¿Porqué ha perdido su favor?
América ama a los ganadores y no tiene piedad con el perdedor, piensa.

No es hasta mucho tiempo después, pasados los horrores de la gran guerra, que Max se da cuenta de una cosa. En su primer combate, pese a ser extranjero. Max representaba a la raza blanca y Joe a la negra, Cuando ganó a aquel joven de los ghettos de Detroit Max se había convertido en la gran esperanza blanca profetizada por mil cronistas deportivos. El übersmensch ario capaz de abatir a los dioses africanos que estaban dominando el boxeo profesional.
Pero en su segundo combate, el día de su derrota, Max representaba el horror nazi y Joe, era un chico de Detroit, patriota, demócrata y dispuesto a partirse la cara por la libertad. Era imposible no amarle a el, por muy negro que fuese.

12 de abril de 1981

Sabe que va a morir, hay docenas de tubos enganchados a su cuerpo envejecido prematuramente, curtido y a la vez desgastado por largas horas de gimnasio y los golpes de sus rivales. Hace meses que ni tan siquiera puede andar. Joe recuerda en su agonía los mil y un servicios que prestó a su país. Rememora como prestó su imagen y ejemplo alistándose en el ejército en lo más alto de su carrera.

Joe se convirtió en un negro bueno, un Tío Tom. Le gustaba pensar que había tendido puentes para las futuras generaciones, pero despreciaba el servilismo al que se había visto avocado. Máxime cuando la respuesta de su gobierno fué la que fué.

Cuando su vida se apagó, el último recuerdo que evocó fué el de si mismo desfilando al ritmo que le marcaba un sargento blanco, un jodido cracker de Illinois.

21 de abril de 1981

Max cuelga el teléfono, recibe la noticia de que su viejo rival y amigo Joe descansa finalmente en el cementerio de Arlington. Se sirve un brandy en su oficina, la vida le ha tratado bien. Ironicamente, pese a haber servido en la Luftwaffe, Los americanos le recuerdan con cierto cariño, Max acaba convertido en uno de los representantes de cocacola en su país. hace una fortuna y acaba entablando amistad con su anterior rival, al que incluso ayuda economicamente.

De hecho, el es quien ha pagado su funeral. Todo por evitar que otro conocido de Joe lo hiciera, Max no podía permitir que un delicuente pagase el descanso eterno de aquel coloso. Haber sido amigo de Joe era para Max un gran orgullo, casi tanto como las vidas que salvó de los nazis durante la guerra.