Después de mi declaración de talento, escuché una tos seca a mi izquierda. Beatrice y yo nos giramos en esa dirección. Luis estaba allí, mirando con su misma expresión inerte de siempre. Bien hecho Beatrice, nuestro nuevo empleado ya está listo para recibir su primera asignación.
Aquel reconocimiento de mis meritos me intranquilizaba. Principalmente porque no había llegado a leer el contrato que me ataba a mi anfitrión ¿Cómo iba a saberlo?
Beatrice tomó la palabra. Si maestro, el aprendiz está listo para viajar a Dis
¿Dis? Pregunté
Luis chasqueó los dedos. Un instante después aparecimos en mitad de un camino sobre una llanura de roca volcánica. Los bordes de la plataforma estaban demasiado lejos, pero podían verse otras flotando sobre nosotros, seguíamos en el infierno. A 200 metros frente a nosotros se alzaba una ciudadela rodeada por una muralla imponente. Luis comenzó a andar hacia ella.
Me pregunto la razón de no teleportarnos dentro directamente, fijo que quería impresionarme.
Y lo consiguió. los muros de aquel lugar estaba formados por incontables esqueletos humanos apiñados juntos, de las almenas colgaban jaulas y cruces, donde las almas de los condenados eran atacadas por extaños pájaros de plumas de metal. De las puertas de la ciudad entraban y salían carromatos tirados por demonios humanoides, con los arreos sujetados a la piel de sus mejillas con ganchos de metal. En los carromatos, jaulas llenas de almas, desnudas y famélicas recibían los latigazos de capataces demoniacos de todas las formas imaginables posibles. La escala de esta infamia era insondable.
guano...murmuré por no vomitar. Luis me escuchó y comentó. DIS!Mi ciudad y mi orgullo, el pandemonium caótico que impone el orden cósmico... ¿Impresionado?Debo reconocer que me he esmerado con este lugar. Adoro la decoración clásica, a veces lo más básico es lo más efectivo para impresionar a los invitados.
Beatrice sonrió y entrecerró los ojos. Ojalá le hubiese lanzado la piedra cuando pude, pero tenía un plan, un plan que requería paciencia y mucho orgullo tragado. Seguí a Luis y Beatrice a trvés de la marea de sufrimiento frente a mi. Todos se apartaban para dejarnos paso, pero no vi ninguna muestra más de deferencia a nuestra comitiva, pese a estar acompañados del jefe de todo aquelló. Las criaturas a mi alrededormostraban una férrea devoción a su inmunda tarea.
...
Un rato después, caminabos por la ciudad. ante nostros una oscura pesadilla de pasarelas, callejones estrechos y escaleras imposibles, llenas de horribles retablos de tortura, en la que los demonios se cebaban en los inocentes. No quiero entrar en detalles, más allá de que aquel era un lugar terrible, lleno de sufrimiento.
Llegamos a una plaza llena de quietud, libre de la cacofonía de gritos que surcaba toda la ciudad. en su centro, erigida en basalto ngro, una torre, con una única puerta de acero. Luis y Bea se quedaron junto a ella y me indicaron que entrara. Tragué saliva y crucé el umbral.
De prontó me encontré en lo que parecía una oficina. Falsos techos de pladur y cubículos cuadrados donde docenas de demonios embutidos en traje de ejecutivo no paraban de vocear a través de sus teléfonos. Realmente el sentido del humor de Luis era perverso. entre todo aquel jaleo, una ¿Mujer?se acercó amí. vestía implecablemente, pero su piel era azul clara, su pelo verde y tenía dos cuernecillos en la frente, se acercó a mi con una carpeta.
¿Es usted el nuevo no? aquí tiene su asignación, buen servicio. Me puso la carpeta en los brazos. Quise pararla, pero me ignoró. Si saber muy bien que hacer, salí por la misma puerta que había entrado. Luis ya no estaba allí, ni tampoco Beatrice.
En el interior de la carpeta, una dirección, La encrucijada, una foto de una mujer rubia de ojos azules y una descripción de donde tenía que llevarla y que tenía que hacer con ella. No me había dado cuenta, pero por la inercia de la lectura, había empezado a andar y ahora estaba en los callejones de Dis.
Pisé algo que sonó como un pato de goma, al momentó también esuché un grito. Mira por donde pisas, hijo de puta! y miré, miré al lugar de donde provenía la hiriente y chillona voz. Una pequeña criatura, de no más de cinco pulgadas, un extraño cruce de mono, gato, cabra y murciélago. Me señaló con odio. Tú!
Lo reconocí, era la criatura a la que había "vencido en aquel cuadrilátero"
Antes de que pudiera hacer nada más escuché algo sisear justo encima de mi. Miré al techo, una gigantesca araña, con la cabeza de una mujer me miraba como si fuera un condón en la puerta de una fiesta universitaria.
Es la hora de los mamporros! Pensé...
video:
Video: Disturbed- Hell
3 comentarios:
Muy bueno el video
el texto no lo llegue a leer.
pero prometo hacerlo
:)
besos.
Bien, bien la hora del surtido Cuétara, o de los mamporros. Ya era Hora.
Pd.:Si lo que querías era darme miedo la próxima vez que te vea lo has conseguido.
Pd.2:Si me cambio de acera cuando te vea recuerda, me siguen gustando las mujeres.
Pd.:sigue con el relato que me lo paso pirata.
Ya era hora de que empezaran a rodar cabezas!! Mola :D
La oficina es lo que da más miedo, me ha recordado a la mia xD
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