domingo, octubre 05, 2008

El nómada II


Acompañe a la reina de ojos de arco iris a través de los caminos y las junglas. Siempre en su palanquín, protegida de la crudeza del sol por sedas tejidas de la tela de las arañas. Caminé a su izquierda, observando intrigado la pulcritud de su belleza y las finas pinturas ocres que cubrían su cuerpo.

No obstante me parecía afligida, débil, hastiada.

Al anochecer hicimos un fuego, compartí la comida de sus siervos y cantamos para espantar a los malos espíritus. La reina sonreía ante nuestras chanzas, pero permanecía etérea, próxima y a la vez lejana.

Entonces le hablé: ¿Tendrá a bien la reina contar una historia? si lo hace será bendecida mil veces.

Rió levemente, el cansancio evidente en su gesto. Pese a ello comenzó a narrar:

Te contaré un cuento extranjero, si así te place. En los tiempos de mi abuela vivía en estas tierras un espíritu furibundo, la presencia de los hombres le ofendía y les atacaba siempre que podía a pesar del mandato del Padre del Cielo. Siete veces siete había matado a los guerreros enviados a tomar su vida. Parecía que su furia no podía ser aplacada.

Entonces, un día el espíritu entró en una aldea y vio a una muchacha de la que se quedó prendada. Los hombres huyeron de el, pero el logró capturar al jefe de la aldea y le dijo: Me he enamorado de una de las hijas de tu pueblo. Dámela en matrimonio y dejaré en paz a tu gente.

El trato se hizo, el jefe y el espíritu comieron del mismo plato y así la joven fue entregada al espíritu como esposa. Ella no tenía miedo, porque con gusto se ofreció para salvar a su gente.

Un día, mientras limpiaba la casa de su marido, el espíritu se acerco y le dijo: Eres la más bella de tu pueblo pero pasarán los años y tu belleza se marchitará, entonces, volverá mi rabia hacia los tuyos.

La mujer lloró y lloró durante días, pero por más que le suplicó a su marido, no consiguió cambiar su corazón. Entonces un día, mientras lloraba una hiena se acercó a ella. La mujer no temía pues todos los seres sabían quien era su marido y la respetaban. La hiena le dijo: Puedo terminar tu pena, dame un cabello tuyo y haré medicina con el, te daré la juventud eterna pues me no me complace verte llorar.

La mujer aceptó, le dio su cabello a la hiena y bebió la poción. Pasaron los años y se cumplió la promesa de la hiena, Pero, ay, no puede confiarse en los que devoran cadáveres. Aunque conservó su belleza por dentro su cuerpo se pudría como el de una anciana y era cada vez más débil. Su existencia convertida en tortura, rezó a sus abuelos que ya no ven el sol para que se la llevaran pero fue inútil. Quedó condenada para siempre a no morir en perpetuo sufrimiento, mucho después de que su gente la olvidase a ella y a su leyenda, generaciones más allá de que su marido abandonase el odio que sentía por El Hombre.


Me miró desde lo más profundo de su alma y se retiró a dormir placidamente, con una sonrisa y una lágrima recorriendo su mejilla.

8 comentarios:

Calamidad Ambigua dijo...

Es precioso. Adoro los cuentos.

Chiqui dijo...

Estoy con Duff. Es precioso.
Ya me explicaras como has sacado la inspiracion..¿que te bebiste, la pocion de la hiena?
jajajajaj

aLi dijo...

Me encanta, quiero más de esto.

Francis Moriel dijo...

No, si encima es bonito. Y no, no es eso, es que se me ha metido algo en el ojo, joder.

hebep dijo...

¿Hay más partes?

mola, no me preguntes, pero ahora la segunda vez que lo he leido entero, me acabo de acordar de Mulan 2 o_O

Mademoiselle Chocolat. dijo...

que bonito.
me encanta :)

muua*
Vic.

Sr. Calavera dijo...

Bueno, parece que me ha salido más o menos bien. Me alegra de que os haya gustado.

En un principio no hay más partes, pero si se me ocurrieran más cuentos, rescataría al personaje de el nómada.

Un saludo!

Anónimo dijo...

ke bonito!
Posee usted una imaginación admirable Sr calavera. No deje de escribir por nada del mundo.
Un saludo
Pamina