Una historia de zombis de tres partes, pero contada en dos.

El fin del mundo ha llegado. En el infierno no queda espacio y los muertos están levantándose de la tumba para alimentarse de los vivos.

Niño C, atrincherado en la tienda de deportes y caza de calle Carretería, intenta encontrar una escapatoria con los ojos inyectados en sangre, Los muertos se han comido ya a toda su familia y amigos y en las últimas semanas se ha convertido en un experto superviviente a la par que ha afinado sensiblemente su puntería con su Barrett M82 mangado durante una incursión a la base militar estadounidense de Rota.

- Wuo pae, menoh máh... Con lo cah te cayó po la OTAN, Felipe- (Si no llega a ser por Felipe González y el tongo del referendum de la OTAN, jamás habría encontrado este rifle)

Dijo esto mientras abrazaba su fusil y fantaseaba con una playa en jamaica llena de jovenzuelas de buen ver y libre de cadáveres vivientes devoradores de cerebros. Quizás fuese esa su última fantasía sexual o de cualquier otro tipo, ya que en la calle había más de tres docenas de muertos vivientes golpeando las puertas y cristaleras. Era cuestión de tiempo que entraran y su preciado rifle, tan útil por su precisión y silenciosidad, era inefectivo en una situación de combate como esta por su baja cadencia de tiro.

Y se lo comerían, vaya putada. Resignado a morir, pero no dispuesto a a acabar como piscolabis de una manada de zombies, se encañonó la boca sólo para darse cuenta de que la longitud de su brazo no bastaba para apretar el gatillo del rifle.

Zumuertoh! (Que contrariedad, vaya falta de previsión por mi parte)

Uno de los muertos vivientes logra atravesar la barricada que bloquea la puerta. Recuperando la compostura, Niño C le descerraja un tiro en la frente. El monstruo cae al suelo como una marioneta a la cual le han cortado los hilos. De repente, el constante sonido de los gemidos y aullidos de los zombies se detiene, Las criaturas se retiran.

Niño c mantiene su fusil en alto, apuntando a la zona por donde entró el último Zeta. Tiembla ligeramente y el sudor le perla el rostro, ve aparecer algo por un pequeño hueco de la puerta, le pega un tiro.

Pronto comprueba que se trata de una bandera blanca, hecha con unos calzoncillos calvin Klein que acaba de agujerar de un disparo.

Los aullidos de los zombies vuelven, pero esta vez escucha también algo parecido a una tos, como si alguien se aclarase la garganta. pronto escucha una extraña voz, un sonido gutural y carraspeante que poco a poco va adquiriendo una sonoridad normal. Aparece un Zeta, cuyo rostro le resulta familiar al Niño C

- Illo ****** que soy yo, el ****, deja de pegarnos tiros, que eres un flipao de la vida y vamos a negociar un resultado satisfactorio para ambas partes-

Continuará...