El león, el búfalo y la hiena (I)

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Hace mucho tiempo, en mis viajes, formé parte del séquito de un rey de los hombres rojos. Aún en su juventud, enfermó y sus esposas e hijos me rogaron que lo salvara. Pero la vidadel rey había sido tan gloriosa que los espíritus le tenían envidia y deseaban llevarle a la tierra sin sol para apagar su luz. Ninguno de mis remedios u oraciones pudo hacer nada por el rey y partió con sus abuelos mientras me encontraba con el a solas.

Me vi obligado a huir antes de que amaneciera, pues sabía que los hombres rojos me culparían del final prematuro de su señor. Apenas pude llevarme nada y terminé en la sabana sin mi lanza ni mis amuletos, a merced de las bestias y los elementos.

Anocechió y para evitar que se me comiesen mientras dormía, busqué un árbol de ramas fuertes y subí a sus ramas, esperando sumirme en el dulce abrazo de la luna, pero el miedo es mala cuna y a cada ruido me despertaba. llego hasta mi un estridente alarido que conocía de sobra, era la risa de una hiena. sonaba cercana, pero a la vez estaba apagada. Busqué con la mirada en los alrededores, la luz de la luna llena me permitió encontrar a la hiena.

Se arrastraba más que andaba y tenía una profunda herida en la espalda. A su paso dejaba una huella carmesí con la vida que se le escapaba, miró hacia mí y supe que me había visto.

Estás herida, hermana Le dije

Ay, si, hermano... Contestó la hiena. Y no me queda mucho de vida, pero muero feliz porque he librado a estas tierras de dos tiranos, el León y el Búfalo han muerto antes que yo.

Cuéntame tu historia hermana y yo se la contaré al mundo, para que no te olviden.

(Continuará)