Ya quedan pocos días para que finalice la semana santa y por eso creo que ya toca escribir acerca de esta festividad. Más bien acerca de lo que representa para mi.
Lo confieso, nunca ha sido mi momento favorito del año, las calles se llenan con tanta gente que es imposible abrirte paso sin recibir un empujón o una mala mirada.
Antes, de pequeño, mis padres me forzaban a ver la procesión de todas las hermandades, no estoy exagerando cuando digo todas. Ya entonces, recien llegado a Málaga, no podía entender aquella costumbre. Sobretodo, no podía comprender tanta devoción a una simple figura de madera.
Todo mi entorno familiar pertenece a una cofradía u otra, padres, primos, tios e incluso mi hermana. Asi mismo, al estar escolarizado en un colegio religioso, descubría poco a poco que gran parte de mis amigos, incluso aquellos como yo que no era creyentes, pertenecían a alguna hermandad. Estaba más solo que la una, más de una vez me quedaba excluido de las conversaciones de mi familia por no saber del asunto y sobretodo, por no querer saber.
De ir a ver las procesiones con mis padres, pasé a escaparme a la relativa mejora de ir a verlas con mis amigos, lo triste es que no tenía alternativa de ocio y el paso de los nazarenos seguía pareciéndome igual de aburrido. La gente con la que iba permanecía en silencio una hora o dos, viendo el discurrir de los tronos, sin hablar apenas. Parecían poseidos. Aguante dos años así.
Luego llegó la adolescencia y el descubrimiento del punk y me volví un radical al respecto, no solo es que no me gustara la semana santa, sino que se lo hacía saber a cualquiera que sacara a relucir el tema, además con evidentes muestras de desprecio tanto a la simbología, como a la base religiosa, como a las personas que participaban en ella. No dejé títere con cabeza. Se puede decir que inicié una campaña de propaganda en contra de esta festividad y eso me costó más de una discusión e incluso me lleve amenzas por parte de radicales del otro extremo.
Unos años más tarde, me sentí derrotado y cansado de despotricar. En cuanto llegaba el tiempo de los tronos, me encerraba a cal y canto en mi casa, camuflado en mi atalaya esperaba pacientemente, sumergido entre apuntes y libros a que pasara aquel temporal. Si salía, evitaba el centro a toda costa. Incluso llegué a memorizarme el itinerario de las diferentes profesiones por si tenía que pasar por allí, poder esquivarlas. Cuando veía pasar alguna cofradía, era obligado por las circunstancias.
Pasada esta etapa, quizás por la experiencia de sobrevivir a una semana santa tras otra, año tras año, mi punto de vista a cambiado. soy mucho más pragmático. Para mi, esta semana es una forma de rellenar el calendario de grandes fiestas entre navidad y la feria. Una forma más de atraer al turismo que es lo único que salva a esta ciudad, a la ciudad que tanto me ha dado, de la hecatombe económica. Si la gente quiere creer en algo que crea, ya sea folcklore o religiosidad, esto es una democracia y parece ser que la mayoría de los malagueños siguen queriendo ver los tronos, aunque sea lo mismo cada año. Nunca participaré de ese sentimiento. Va en contra de varios de mis principios mas interiorizados, el ateismo y el individualismo, pero llevo mejor el que a los demás les guste. Disfrutad de los tronos y si os apeteceme verme lo que queda de semanabuscadme por los bares, estaré contento, quizás borracho o fumado ,apartado, saludando desde los rincones de las calles por donde no pasen los cofrades.
Un saludo
Audio: "Mein Hertz brent" de Rammsteim