viernes, julio 31, 2009

Francotirador (III)

Después de un tiempo a cubierto, tras asegurarse de que no había más feos por la zona, Sniper se puso en marcha. Caminó hasta el centro comercial que estaba buscando, en el debía quedar una farmacia que aún no estaba saqueada. O al menos eso esperaban en la comunidad, sin duda los medicaméntos estarían ya caducados, pero los cerebritos quizás aún pudiesen sacar algo de provecho de ellos.


Había mucha gente enferma en su hogar. No era el virus, hacía unos años que nadie de la comunidad lo contría, eran otras dolencias más comunes, enemigas mucho más viejas de la existencia humana

Sniper, cuando era joven jamás había conocido a nadie que muriese por una diarrea o que se contagiese de tifus. Las enfermedades eran algo que se curaba en el hospital. Hasta el cáncer podía curarse.


Eso había cambiado, tras un breve periodo de domesticación por la medicina moderna, virus y bacterias habían vuelto, en ocasiones más peligrosos que antes, pues se habían vuelto resistentes a los tratamientos.


La entrada al centro comercial estaba completamente atrancada y plagada de barricadas, producto de los primeros días del pánico, cuando cientos o quizás miles de personas se encerraron en estos lugares con al esperanza de aguantar allí hasta que llegase ayuda.

Sin saberlo, llevaban el virus con ellos y muchos cambiaron estando ya dentro, esparciendo la plaga aún más y causando horribles masacres.


El lo sabía, estuvo en una de ellas, lo llevaron sus padres. En aquel momento parecía algo lógico, asegurar una zona abastecida y aguantar. Por aquel entonces nadie sabía que el virus tenía un period de incubación largo y que muchos infectados no daban muestras de estar enfermos hasta pocas horas antes de colapsarse y cambiar.


Decidió entrar por el garaje, había un aceso en la última planta y esperaba que estuviese menos fortificado, retirar los escombros y las trincheras de la entrada era imposible para un único hombre. Tendría que escalar más de 20 metros de pared, por suerte los daños que tenía le provehían de excelentes asideros, entre eso y su equipo de escalada no tuvo problemas.


llegó al último piso del garage del centro comercial, en ese momento le pitaban mucho los oidos, no era por el esfuerzo, era una mala sensación y había aprendido a hacerles caso, se echó al suelo. Una bala destinada a sus tripas se perdió en el aire, rodó hasta ponerse a cubierto tras la chamuscada carrocería de una furgoneta.


Con la adrenalina bombeando en sus venas, se preparó para correr hasta la siguiente cobertura, tenía localizada la zona aproximada desde donde había venido el tiro, si tenía suerte, quizás...

sábado, julio 25, 2009

Metahumanos (III)

Se que he tardado mucho en continuar los relatos, asi que dejo los links a la primera y segunda parte, por si alguien quiere recordarlos.





Un saludo.



Volk se encontraba ya lejos del almacén cuando un agente entró en la habitación donde le habían entregado el dossier con la información de su objetivo. El hombre enjuto le miró y le preguntó:


-¿Y bien?-


El agente más joven le negó con la cabeza -No ha cogido ni una pieza del equipo Sr. Doe, no podremos trazear su rastro a menos que pongamos equipos de vigilancia directa-


Hágalo. Respondió el hombre enjuto, el Sr. Doe. Podría parecer que seguir el rastro de una mole de 7 pies de alto y 250 libras debería ser fácil, al menos destaca entre las multitudes, pero Doe sabía que no era el caso. Las facultades especiales de Volk lo hacía todo mucho más difícil. Un sistema de vigilancia basado en el ojo humano no servía en esta situación. Aún así envió a los equipos, puesto que no tenía nada que perder.


Encendió un cigarro y despidió al agente más joven. Estaba muy cabreado. Todo este asunto del proyecto M. llevaba dando vueltas desde que entro en la agencia, a el nunca le había gustado, le parecía un riesgo y cuando las cosas se salieron de madre en el 01 aunque sintió pena por las víctimas, principalmente sintió satisfacción porque se demostraba su punto de vista. Después de esto la agencia adoptó la política de dejar tranquilos a los Metas que no cometiesen actos delictivos reincidentes, como este tipo Volk, que se contentó con perderse en mitad de la nada, Odiaba tener que recurrir a el,pero sabía que no podía hacer otra cosa.





Germaine miraba a los ojos al tipo que acababa de sentarse en la cafetería, algo en el le resultaba amenazador.

Germaine era feliz, después de algunos años malos ahora se consideraba en la cúspide de la vida. Tenía su propio negocio, una pequeña cadena local de cafeterías. Era cierto que el dinero que usó para empezar el negocio provenía de dinero que había obtenido ilegalmente usando su don especial, pero estaba orgulloso de que desde entonces todo cuanto había echo era legal o al menos no había cometido ninguna irregularidad que sus competidores no hiciesen también.

Le gustaba pasarse por sus cafeterías, matener el contacto directo con los gerentes al cargo e incluso a veces servía algún cafe. Pensaba que nadie mejor que el para vigila que las cosas estuviesen marchando bien y que nadie metía la mano en la caja. llevaba una buena vida, se había casado con una ex modelo (que una vez salió en un reportaje de bikinis en sports ilustrated) y tenía tres coches y varios apartamentos. Los niños ya vendrían con el tiempo, de momento tenía un golden retriever y un par de chihuahuas que su mujer adoraba.


Ultimamente sin embargo no estaba tranquilo, la gente como el nunca pueden estarlo aunque quieran, había notado equipos de vigilancia que le seguía, seguramente de la agencia. Llevaban un mes mas o menos pero no se le habían aproximado aún. Germaine ultimamente llevaba una pistola encima, por si las moscas.


Por eso cuando entró aquel tipo y se sentó se le erizó el vello de la nuca, intentó usar su don con el, pero su mente estaba completamente cerrada, repetía constantemente algo, creando una barrera que cerraba el acceso a sus pensamientos más profundos. Se fijó en lo que decía aunque no lo entendía bien pero sonaba como alguién que ya conocía. Se acercó a la mesa, el tipo le habló, dando voz a las palabras que no cesaba de repetir en su mente.


Здравствуйте, мой товарищ


Germaine suspiro y contestó: Volk, jodido cabrón, algún día deberías elegir una puta cara y quedarte con ella el resto de tu vida, nos facilitarías las cosas a los demás.