Después de un tiempo a cubierto, tras asegurarse de que no había más feos por la zona, Sniper se puso en marcha. Caminó hasta el centro comercial que estaba buscando, en el debía quedar una farmacia que aún no estaba saqueada. O al menos eso esperaban en la comunidad, sin duda los medicaméntos estarían ya caducados, pero los cerebritos quizás aún pudiesen sacar algo de provecho de ellos.
Había mucha gente enferma en su hogar. No era el virus, hacía unos años que nadie de la comunidad lo contría, eran otras dolencias más comunes, enemigas mucho más viejas de la existencia humana
Sniper, cuando era joven jamás había conocido a nadie que muriese por una diarrea o que se contagiese de tifus. Las enfermedades eran algo que se curaba en el hospital. Hasta el cáncer podía curarse.
Eso había cambiado, tras un breve periodo de domesticación por la medicina moderna, virus y bacterias habían vuelto, en ocasiones más peligrosos que antes, pues se habían vuelto resistentes a los tratamientos.
La entrada al centro comercial estaba completamente atrancada y plagada de barricadas, producto de los primeros días del pánico, cuando cientos o quizás miles de personas se encerraron en estos lugares con al esperanza de aguantar allí hasta que llegase ayuda.
Sin saberlo, llevaban el virus con ellos y muchos cambiaron estando ya dentro, esparciendo la plaga aún más y causando horribles masacres.
El lo sabía, estuvo en una de ellas, lo llevaron sus padres. En aquel momento parecía algo lógico, asegurar una zona abastecida y aguantar. Por aquel entonces nadie sabía que el virus tenía un period de incubación largo y que muchos infectados no daban muestras de estar enfermos hasta pocas horas antes de colapsarse y cambiar.
Decidió entrar por el garaje, había un aceso en la última planta y esperaba que estuviese menos fortificado, retirar los escombros y las trincheras de la entrada era imposible para un único hombre. Tendría que escalar más de 20 metros de pared, por suerte los daños que tenía le provehían de excelentes asideros, entre eso y su equipo de escalada no tuvo problemas.
llegó al último piso del garage del centro comercial, en ese momento le pitaban mucho los oidos, no era por el esfuerzo, era una mala sensación y había aprendido a hacerles caso, se echó al suelo. Una bala destinada a sus tripas se perdió en el aire, rodó hasta ponerse a cubierto tras la chamuscada carrocería de una furgoneta.
Con la adrenalina bombeando en sus venas, se preparó para correr hasta la siguiente cobertura, tenía localizada la zona aproximada desde donde había venido el tiro, si tenía suerte, quizás...